No puedo describir la emoción que siento al ver el trabajo de José Barrero. Exquisito. Estoy tan, tan, tan contenta de haber confiado en su trabajo, que no puedo hacer otra cosa sino aplaudirle.
Y ahora sí: Fragmento del primer capítulo y portada de El sol oscuro.
"Cuando vi por primera vez el orfanato pensé que sería como vivir en un cuento de hadas, en el que nada malo me podría pasar. Un lugar donde comenzar desde cero e intentar llevar una vida mejor a la que tuve durante toda mi existencia. Después de tres semanas en él, entendí que solo fue una ilusión que mi corazón anhelaba. Ni las columnas dóricas, ni la entrada de imitación a mármol –ni nada de lo que rodeaba ese lugar– conseguían eliminar el olor a fracaso que habitaba dentro. Todos los que vivíamos en ese hogar llevaríamos una vida triste y carente de felicidad. No era exactamente lo que planeé para mi futuro cuando me marché de la base militar.
Puesto que no pensaba pasar mucho tiempo allí, no hice amistades. No deseaba sentirme atada a nadie en ninguna parte. Me limité a estudiar, ir a las clases obligatorias y a escaparme algunas tardes para pasear. Lo que me trajo varios castigos por romper las normas del centro. Nada raro en mi vida, para ser sincera.
Hacía dos días que me habían sacado de la habitación de castigo; un lugar que se resumía a una cama barata y un retrete. Reconozco que el castigo me dejó bastante tranquila y sin ganas de meterme en líos.
Ese día me levanté desanimada. Quizá por falta de adrenalina en mi actual estilo de vida. Pero era lo que había pedido, ¿no? Fui directamente a clase y me mantuve callada, para sorpresa de los profesores. Después de una hora de chorradas sobre Literatura Francesa, Filosofía y Lengua Inglesa me marché a disfrutar de la media hora de descanso. Me dirigí a uno de los jardines de atrás y me tumbé sobre el césped. Acaricié con mi mano el colgante de Joke y el anillo que me había regalado esa parte del pasado que no debía recordar. De pronto, la nostalgia y la culpabilidad acecharon en mi interior.
Acabé pensando en la cantidad de circunstancias desagradables que viví los últimos meses. Asentí negativamente para despojarme de ellos. Me levanté del suelo y caminé hacia el despacho de la directora del orfanato.
Antes de entrar llamé con los nudillos y pasé.
Helen, la directora, siempre tenía sobre su mesa un jarrón con flores naturales, de todos los colores y especies, que reemplazaba cuando se marchitaban. Entregaban al despacho un toque colorido que se agradecía. Me senté con desgana en una de las sillas que tenía frente a su mesa y esperé a que levantase la vista hacia mí.
– ¿Qué quieres? –Su voz no sonó desagradable pero ni siquiera se molestó en mirarme. Era obvio que aun estaba enfadada por mi huida del domingo.
–Este lugar me aburre. –Dije claramente–. Y las clases también.
Helen dejó de leer uno de esos informes que guardaba en carpetas marrones y, por fin, me prestó atención.
–Lo sé. Me he dado cuenta.
Exageré la situación para aportar un poco de dramatismo al asunto.
– ¡Le he dicho mil veces que me incluya en las clases de adultos!
–Aunque lo hiciese –observé cómo se quitaba las gafas alargadas de color verde, a juego con su traje de lino, y las sujetaba de una patilla– no te serviría de mucho, Jeriel. Tu grado de inteligencia es superior a lo que te podemos enseñar aquí.
–Pues contrate a alguien para que lo haga.
Helen pausó un instante.
–Posiblemente no haga falta –dejó las gafas sobre el escritorio y se recostó en el respaldo de su sillón, cruzando los brazos. El gesto de su cara me decía que estaba a punto de informarme de algo–. Puede que no pases mucho más tiempo en el orfanato.
En un primer momento pensé que me iba a echar por cómo me había comportado los últimos días; sin embargo, lo descarté. No era el estilo de la directora.
–Alguien ha mostrado interés en ti."
Y hasta aquí puedo leer.