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Compras en Ebay (IV)

Compras en Ebay (IV) by Rebeca_Rodriguez
Compras en Ebay (IV), a photo by Rebeca_Rodriguez on Flickr.

A través de Flickr:
Hola a todos. Después de estas vacaciones que me he dado un poco obligatorias (pues necesitaba ausentarme de todo), vuelvo a la carga con videos. En este caso, este video no es nuevo, sino que lo edité hace más de mes y medio pero todavía no lo había subido.

www.youtube.com/watch?v=wZvnpMBmZJQ

Espero que hayais pasado un feliz verano y que vengáis con las pilas cargadas.

Me duele

Me duele by Rebeca_Rodriguez
Me duele, a photo by Rebeca_Rodriguez on Flickr.

A través de Flickr:
Querida Kira:

Me han dicho que escribir una carta a aquellos que echamos de menos ayuda a soportar el dolor que provoca la ausencia de estos. Supongo que por esto estoy aquí, a las tantas de la madrugada y sin poder dormir porque tu precioso rostro no abandona mis recuerdos. Dicen que si no hemos podido despedirnos de nuestros seres queridos, con una carta de despedida ayuda a superar la culpabilidad.

Y que gran mentira es esta. No ayuda, no reconforta. No, nada.

Todo lo contrarior, aumenta el dolor, la desazón, el calvario de los próximos meses (o años) que me esperan de lágrimas y desesperación por no poder hacer nada para evitarlo.

Porque lo cierto es que duele. Me duele ver tu rostro en mi móvil. Me duele subir fotos tuyas y escribir cartas que nunca leerás. Me duele ver moverse las cortinas y mirar instintivamente hacia ellas porque creo que eres tú, jugando. Duele descubrir medio segundo después que, efectivamente, no eras tú jugando. Porque ya no estás. Duele escuchar ruidos en la puerta de la habitación pensando que eres tú rascando con las uñas para que te abramos. Duele escuchar tus tosidos cuando ya no estás. Duele mirar hacia el suelo, buscándote, y no encontrar más que las baldosas que imitan a la madera, como si quisieran recordarme lo irreal que pueden ser algunas cosas, ahora que no estás.

Duele volver a casa y no recibir tu caluroso saludo. Duele no oirte ladrar cuando los vecinos entran en sus casas. Duele no escucharte pasear por las noches con ese ruido tan insoportable que hacías con las uñas. Duele que ya no me vaciles cuando me pedías jugar a la pelota. Duelen tantos momentos que me hacen pensar que sigues presente entre nosotros...

Dicen que llorar a los seres queridos que ya no están con nosotros desahoga. Que no hay que cortar el llanto cuando el corazón te lo pide.

Otra mentira. Pues cuanto más lloro más me pide el alma hacerlo. Cuanto más lloro más me hundo en esta puta miseria que ha rodeado mi corazón y que no sé cómo despegármela de el. Cuanto más lloro más recuerdo tu último día, y cuanto más recuerdo tu último día más lloro. Y así hasta que me duele la mandíbula de gritar y maldecir a quien le corresponda (y a quien no tambien, para que voy a engañarte).

Estoy tan enfadada con la vida; con esta puta miseria que va consumiendo mi alma sin que apenas pueda notarlo; con Dios, aunque el no tenga la culpa de nada; conmigo, sobre todo conmigo, porque no me despedí. Porque fui una cobarde y no soporté el dolor. Porque salí huyendo de la clínica sin mirar atrás, abandonándote a un final que todos sabíamos que llegaría. Porque tenía miedo. Miedo de tener que despedirme, de tener que mirarte a los ojos y decirte adiós para siempre. Y me siento culpable. Quizá eso es lo que más me está consumiendo: la culpabilidad. Porque quería retenerte a mi lado pese a que ya me habías dejado claro que tu ciclo había terminado. Te retuve porque soy una cobarde que evitaba por todos los medios el tener que enfrentarme a una vida sin ti. Evitaba lo que irremediablemente me ha alcanzado: el dolor.

Pero no es un dolor como cuando te pillas un dedo con la puerta. O cuando te pinchas con la aguja mientras haces una pulsera. No. No es esa clase de dolor. Es un dolor que se te pega al cuerpo y que no sabes cómo eliminar la peste que te deja. Es un dolor que lo sientes sobre tu piel, absorbiendo tu energía, consumiéndote como un puto cáncer y apagándote la vida poco a poco. Es un dolor que no se desvanece ni teniendo la mente activa en miles de cosas. Es un dolor que mata, que te obliga a odiar. Que justifica las pocas ganas que tengo de levantarme de la cama. Que te cambia el humor hasta desarrollar una personalidad irritada. Es ese dolor que me hace comprender que ya no hay retorno, que ya no somos dos. Que estoy sola. Vacía. Y me pregunto porqué no consigo recordar los preciosos quince años que hemos vivido juntas. ¿Por qué solo recuerdo el último día? ¿Por qué me martiriza mi memoria?

Supongo que aún estoy de luto y no sé cuanto tardaré en abandonarlo. Aunque sinceramente, tampoco quiero. Es pronto para ello.

Ojalá tuviera una nueva oportunidad para poder decirte cosas que nunca te dije. Como por ejemplo, que tu fuiste la gran razón de que yo saliera adelante cuando me agredieron en la calle. QUe tu amor incondicional sanó mi corazón herido. Ojalá pudiera decirte que eras (y serás de por vida) mi mejor amiga. Mi confidente, mi compañera de juegos. Mi amiga incondicional. Mi terapia. Mi todo.

Aunque tú ya lo sabías. Eso lo sé. Pero habría sido justo decirlo cuando aún estaba a tiempo.

Debo despedirme. Pero no con un Namärié, sino con un Tenna Rato. Porque esta no será la última carta que te escriba. No voy a encerrarte en el olvido. No pienso olvidarte. Me diste demasiado como para fallarte de nuevo.

Son las 3:00 y sigo sin sueño. Va a ser una noche larga.

No lo olvides, te quiero.